Al enterarse de la horrible historia, el rey se tambaleó y lloró
con desconsuelo. (...)
El rey juró que no comería ni bebería y viajaría hasta los
confines del mundo para encontrarlos. Se pasó siete años buscando. Las manos se
le ennegrecieron, la barba se le llenó de pardo moho como el musgo y se le
resecaron los enrojecidos ojos. Durante todo aquel tiempo no comió ni bebió, pero
una fuerza superior a él lo ayudaba a vivir.
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